La Pobreza en el Arte

La pobreza y el arte se han reunido numerosas veces a lo largo de la historia, e incontables artistas de todo tipo se han dedicado a denunciarla. Sabemos que existió pobreza en la prehistoria gracias a las manifestaciones antropológicas que permanecen desde tiempos pasados, tales como las características de los poblamientos humanos y, especialmente, los emplazamientos en que fueron enterrados los pobres. Las grandes obras monumentales del pasado, tales como las pirámides de Gizah [ver imagen], nos hacen suponer también la existencia de una gran población pobre y servil, necesaria para llevarlas a cabo.

En cuanto a la antigüedad clásica, la pobreza se manifestó sobre todo en la forma de la esclavitud, como se ve representado en los mosaicos de la época [ver imagen]. Los prisioneros de las provincias romanas eran convertidos en esclavos, sometiéndose al imperio. En ocasiones, los productos artísticos (estatuillas, brocados, etc) de las regiones sometidas llegaban a Roma, donde podían ser comprados sobre todo por mercenarios, que los conocían de haberlos visto durante sus campañas. En el imperio Mexica de Centroamérica el vasallaje de los territorios sometidos también era muy patente en el transporte de materiales preciosos hacia Tenochtitlán, donde eran usados para elaborar complejos tocados y artesanías de la clase pudiente. Mientras, en las regiones desérticas e inhóspitas del norte, la cultura Mogollón creaba cerámica con marcados dibujos geométricos.

Durante la edad media europea, bajo un fuerte sometimiento a la religión cristiana, el arte se centra en los temas sacros, y los pobres son omitidos excepto cuando se representa a los siervos de un señor [ver imagen], o alguna escena de caridad. También en esta época aparece el concepto de la Rueda de la Fortuna, en la que debido al azar, un noble podía llegar a ser pobre o un pobre noble, pero esto último pocas veces ocurría debido a la fuerte estratificación de la sociedad (se dieron casos de plebeyos que compraron títulos nobiliarios gracias a su inmensa fortuna, pero más común era que un noble dilapidara su herencia y viviera malamente sin trabajar). En obras literarias como “El Quijote”, de Cervantes, se retrata a algunos estos caballeros empobrecidos. Pero es verdaderamente en el siglo XVII cuando la pobreza aparece verdaderamente en el arte culto, ya que los artistas adquieren la suficiente libertad como para pintar los temas que desean, y no sólo los que les son impuestos. Velázquez pinta a una “Vieja friendo huevos” [ver imagen], y es común que pintores como Ribera pinten a los filósofos clásicos como mendigos, en actitud de pedir dinero. Pero fue en la literatura donde la pobreza halló su representación, tal como en el “Lazarillo de Tormes”, que narra la historia de un niño que guía a un ciego, dando origen a la novela picaresca. También destaca la posterior novela “Oliver Twist”, de Charles Dickens, donde la sociedad es la culpable de los males del individuo (en este caso, un niño pobre).

Dando un salto al presente, la pobreza aparece hoy representada en diversas vertientes artísticas, normalmente en forma de obras de tono documental, como las fotografías de Sebastião Salgado, pero también en arriesgadas instalaciones de arte moderno. La construcción de una favela a partir de paneles de madera, la exhibición de bloques de excrementos humanos obtenidos por los intocables de Bombay [ver imagen] e incluso la presentación de un perro moribundo son frecuentes en prestigiosas galerías y museos. En estas ocasiones a veces el resultado es más bien estéril, ya que cualquier atisbo de denuncia resulta neutralizado entre los impecables muros del edificio donde se exponen, quedandose en un macabro chiste conceptual.

En contraste, el verdadero arte de los pobres puede hallarse allí donde ellos se encuentren, desde la música popular y las narraciones orales al arte de la calle. Los músicos callejeros llenan las calles de ritmos y melodías, se venden artesanías en las aceras. La creatividad florece ligada a la supervivencia en el reciclaje de desechos de la sociedad de consumo que se transforman en ropa, muebles, herramientas y hasta objetos decorativos. Incluso en países paupérrimos mucha gente pinta sus casas con murales y viste vivos colores, demostrando que aunque no tenga medios aún le queda la alegría de vivir.